miércoles, 29 de febrero de 2012

"Te di la mano, y tu piel me recorrió entero."


Bolívar ingresó triunfante en Quito el 16 de junio de 1822. El pueblo lo aclamó entre gritos y aplausos hasta que una mujer, desde un balcón, le lanzó una corona de laureles que accidentalmente le pegó en los ojos. Bolívar levantó su mirada con aires de enojo para ver quien fue el responsable, pero no lo pudo mantener ni un segundo. Ella era Manuela Sáenz, una hermosa mujer ecuatoriana de 25 años.
Esa misma noche los presentaron en un evento ofrecido al Libertador donde Bolívar le dijo:"Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España..."Ambos se enamoraron a primera vista, pero hubo un problema, ella estaba casada por arreglo con un prestigio doctor ingles. Manuela no pudo divorciarse, pero tampoco ocultó su amor, y notoriamente se lo informo a su esposo y al resto de la comunidad. Manuela siguió a Simón en sus viajes, lo atendió en sus enfermedades, lo ayudó en sus trabajos y hasta le salvo su vida. Sí, ella misma le salvo la vida al mismísimo Simón Bolívar frustrando dos atentados en su contra. Por estas acciones, Bolívar mismo la llamó la "Libertadora del Libertador".
Simón y Manuela fueron amantes durante ocho años hasta la muerte de él en 1856.

-Algunas cartas de Simón hacia Manuela:

Manuela:

Llegaste de improviso, como siempre. Sonriente.
Notoria. Dulce. Eras tú. Te miré. Y la noche fue tuya.
Toda. Mis palabras. Mis sonrisas. El viento que respiré
y te enviaba en suspiros.
El tiempo fue cómplice por el tiempo que alargué
el discurso frente al Congreso para verte frente a mí,
sin moverte, quieta, mía…

Utilicé las palabras más suaves y contundentes;
sugerí espacios terrenales con problemas
qué resolver mientras mi imaginación te recorría;
los generales que aplaudieron de pie no se imaginaron
que describía la noche del martes que nuestros caballos
galoparon al unísono; que la descripción de
oportunidades para superar el problema de la guerra,
era la descripción de tus besos.
Que los recursos que llegarían para la compra
de arados y cañones, era la miel de tus ojos
que escondías para guardar mi figura cansada,
como me repetías para esconder las lágrimas
del placer que te inundaba.

Y después, escuché tu voz. Era la misma.
Te di la mano, y tu piel me recorrió entero.
Igual… que los minutos eternos que detuvieron
las mareas, el viento del norte, la rosa de los vientos,
el tintineo de las estrellas colgadas en jardines secretos
y el arco iris que se vio hasta la media noche.
Fuiste todo eso, enfundada en tu uniforme
de charreteras doradas, el mismo con el
que agredes la torpeza de quienes desconocen
cómo se construye la vida.

Mañana habrá otra sesión del Congreso.
¿Estarás?

Simón.


martes, 28 de febrero de 2012

"Vinimos platicando de ti (mi corazón y yo)"


(Fragmento)

Vean el formato original que elige el escrito mexicano Juan Rulfo para escribir esta hermosa carta de amor. Es un dialogo que mantiene él y su corazón sobre su amada Clara Aparicio.

Un grande.


México D.F. a 9 de enero de 1945

Clara, pequeña amiga mía:

Él y yo nos vinimos platicando de ti (mi corazón y yo), y él estuvo de acuerdo conmigo en todo. Por ejemplo. Yo comencé por decirle que no me merecía ni siquiera que me dirigieras la palabra y mucho menos tenerme por amigo. Entonces él me contestaba: es muy cierto, muy cierto. Yo seguía diciéndole: tengo necesidad de Ella, de quererla mucho; ¿pero acaso tengo yo algún mérito para merecerla, eh? No, no tienes ninguno, me respondía él. Ella es muy bonita, ¿verdad? ¿Bonita? ¡Es la criatura más hermosa con que yo haya tropezado en mi vida! Eso decía mi corazón.

Luego pasé a preguntarle si Ella no se iría a enojar si le habláramos de tú, aquí en esta cosa que casi parece carta. No, no se enojará; el de Ella es un corazón muy buena gente y no se enojará. Ahora, si se enoja, que se enoje, al fin y al cabo no está aquí cerca de nosotros para que nos regañe. Oye, corazón, ahora sí te equivocaste. Ella sí está aquí con nosotros; nada más cierra los ojos y verás la figura completa de Ella. Ahora está arqueando la cejita y nos está echando una mirada muy seria. Dentro de un rato se le va a salir uno de esos suspiros buenos que Ella acostumbra dar de rato en rato, cuando no sabe qué que hacer con el amor que lleva dentro.

¡Ah!, si Ella se imaginara la fuerza que tiene su recuerdo y la forma como él, ese recuerdo suyo, lo tenemos aquí presente, tal vez nos quisiera un poquito.
Bueno, vamos haciendo una aclaración, vamos suponiendo que nos quiere tantito, así, con un amor del tamaño de una semilla de amapola. Pero no, no nos con quiere ni así.
¿Te acuerdas del día en que nos dijo que no nos tenía confianza? Tú te pusiste a llorar un rato, ¿no? Y esto se debió a que la queremos, a que Ella es la misericordia para nosotros y aunque yo me he propuesto aceptar todo lo que venga de ella, tú, en cambio, eres débil como una cáscara de ciruela y te dueles con mucha facilidad.
A veces me da pena salir a defenderte porque no aguanto la cara de sentimiento que pones. Sobre todo, me da pena con Clara. ¿Qué idea se hará ella de tu fragilidad, de ti, pobre corazón que la quieres tanto?

Los dos te queremos. Mi corazón y yo somos un buen par de buenos amigos tuyos. Esa es la verdad.