domingo, 18 de marzo de 2012

"Si me amas menos es que nunca me has amado."




1796

No he pasado un día sin amarte, no he pasado una noche sin abrazarte, no he bebido ni una taza de té sin maldecir el orgullo y la ambición que me fuerzan a permanecer lejos del espíritu que mueve mi vida. En medio de mis deberes, ya esté a la cabeza de mi ejército o inspeccionando el campamento, mi querida Josefina se encuentra en solitario en mi corazón, ocupa mi mente, llena mis pensamientos. Si me alejo de ti con la velocidad del torrente del Ródano, sólo es para volver a verte con mayor rapidez. Si me levanto a trabajar en medio de la noche, es porque con ello será posible adelantar en cuestión de días la llegada de mi dulce amor. Sin embargo, en tus cartas del 23 y 26 de Ventoso*, me tratas de vos. ¡Vos también tú!

¡Ah! Desdichada, ¿cómo has podido escribir esa carta? ¡Cómo ha sido posible! Y también están esos cuatro días entre el 23 y el 26. ¿Qué has estado haciendo para que no pudieras escribir a tu marido...? Ah, mi amor, ese vous, esos cuatro días son demasiado por mi anterior indiferencia. ¡Maldita sea la persona responsable! ¡Que como castigo y multa experimente lo que mi convicción y la evidencia (que está a favor de tu amigo) harán que experimente yo! ¡El infierno no tiene tormentos lo suficientemente grandes! ¡Ni las furias tienen suficientes serpientes! Vous! Vous! ¡Ah! ¿Cómo estarán las cosas dentro de dos semanas...?
Mi espíritu está triste; mi corazón, encadenado, y estoy aterrorizado por mis fantasías... Me quieres menos, pero superarás la pérdida. Llegará un día que ya no me amarás. Al menos, dímelo, entonces sabré cómo he llegado a merecer semejante infortunio...

Adiós, esposa mía, el tormento, la alegría, la esperanza y el espíritu impulsor de mi vida, a la que quiero, a la que temo, la que me llena de tiernos sentimientos que me acercan a la naturaleza, y con violentos impulsos, tan tumultuosos como el trueno. No te pido ni amor eterno, ni fidelidad, sino sencillamente... la verdad, honestidad ilimitada. El día en que me digas «Te quiero menos >>, marcará el final de mi amor y el último día de mi vida. Si mi corazón fuera base suficiente para amar sin ser amado a cambio, lo rompería a trozos. ¡Josefina! ¡Josefina! Recuerda lo que te he dicho algunas veces: la naturaleza me ha dotado con un carácter viril y decidido. El tuyo lo ha construido de encaje y delicadeza. ¿Has dejado de amarme?
Perdóname, amor de mi vida, mi alma se encuentra desgarrada por fuerzas en conflicto.
Mi corazón, obsesionado contigo, está lleno de temores que me postran en la miseria... Estoy afligido de no poder llamarte por tu nombre. Esperaré a que tú lo escribas.

¡Adiós! ¡Ah! Si me amas menos es que nunca me has amado. En ese caso, soy verdaderamente digno de lástima.


Bonaparte

P. D.: La guerra ha cambiado tanto este año que resulta irreconocible. He podido distribuir carne, pan y forraje; mi caballería armada estará pronto en camino. Mis soldados están demostrando una confianza indescriptible en mí; sólo tú eres una fuente de disgusto para mí; sólo tú eres la alegría y el tormento de mi vida. Envío un beso a tus hijos, a los que no mencionas. ¡Por Dios! Si lo hicieras, tus cartas volverían a ser otra vez la mitad de largas. Entonces los visitantes alas diez de la mañana no tendrían el placer de verte. ¡¡¡Mujer!!!


* Fechas del calendario republicano francés, vigente entre 1793 y 1805, que equivalen al 13 y 16 de marzo de 1796. (N del t.)


domingo, 11 de marzo de 2012

"No me escribas nunca, pues bien, todavía te amaré diez veces mas."





A la ciudadana Bonaparte, en casa de la ciudadana Beauharnais, calle de Chantereyne, nº6, París


Mi querida amiga:

He recibido todas tus cartas, pero ninguna ha causado en mí la impresión en que tú ultima: y ¿piensas tú, mi adorable amiga, seguir escribiéndome en estos términos? ¿Juzgas, que no es ya bastante cruel mi estado para que intentes acrecer todavía mis penas y afligir mi alma? ¡Que estilo!¡ Que sentimientos pintas! Son de fuego y abrasan mi pobre corazón. Mi única Josefina, lejos de ti no hay alegría, lejos de ti el mundo es un desierto donde vivo aislado y sin el placer de desahogarme en la amistad. Tú me has robado más que el alma, tú eres el único pensamiento de mi vida. [...]


Ámame como a tus ojos, pero no es suficiente… Ámame como a ti ,más que a ti, más que a tu espíritu, que a tu vida, que a todo… Dulce amiga, perdóname: deliro [...]


Me acuesto sin ti, dormiré sin ti, y te lo ruego, déjame dormir. Muchas veces te estrecho entre mis brazos. ¡Delicioso sueño! Pero despierto y no estás tú.


Te he causado tantos pesares que no se como expiarlos. Te acuso de permanecer en París, y estás allí enferma. Perdóname, mi buena amiga, pero el amor que me has inspirado me quita la razón y no volveré jamás a recobrarla, porque esta enfermedad es incurable.


Todos mis pensamientos están concentrados en tu alcoba,en tu lecho. Tu enfermedad es el objeto que me ocupa día y noche. Estoy sin apetito, sin sueño, sin interés por la gloria , ni tampoco por la patria. Para mi el mundo se ha convertido en polvo, ya no existe [...]


En fin, mi incomparable amiguita, voy a descubrirte mi secreto, haz burla de mí, permanece en París, admite amantes, que todo el mundo lo sepa. No me escribas nunca, pues bien, todavía te amaré diez veces mas.


¡Sí, esto es en mi una locura, un delirio, una fiebre!¡ Sí, nunca sanare de el!¡ Sí, por dios,curaré!, pero no me digas que estas enferma, no procures justificarte. Dios mio, yo te perdono, te amo hasta la extravagancia, y mi corazón nunca cesara de adorar a su amiga.


Adios, querida mia, un beso en los labios y otro en el corazón.


Bonaparte

 

viernes, 9 de marzo de 2012

"Dejar a usted por el general Bolívar es algo, dejar a otro marido sin las cualidades de usted, sería nada."

Esta es una carta que Manuela Saenz le escribe a su esposo ingles, del cual nunca estuvo enamorada. En la misma, intenta hacerle entender que no lo quiere más y que es Simón Bolívar el hombre de su vida.


Octubre de 1823


¡No, no, no, no más, hombre, por Dios ¿Por qué hacerme usted escribir faltando a mi resolución? ¿Y Vamos, qué adelanta usted? sino hacerme pasar por el dolor de decir a usted 1.000 veces NO. Señor, usted es excelente, es inimitable... jamás diré otra cosa sino lo que es usted; pero mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo, dejar a otro marido sin las cualidades de usted, sería nada. ¿Y usted cree que yo, después de ser la querida de este señor por 1 año y con la seguridad de poseer su corazón prefiriese ser la mujer del Padre, Hijo o Espíritu Santo? ¡E! Ni la Santísima Trinidad ? Y Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado.

Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Y me cree usted menos honrada por ser mi amante y no mi marido? ¡A! Yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente. Déjeme usted, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra NO. ¿Cree usted este convenio malo? Entonces diría yo que era usted muy descontento, en la Patria celestial pasaremos una vida angelical y toda espiritual (pues como hombre, usted es pesado) allí todo será a la inglesa pues la vida monótona está reservada a su nación. En amores digo pues en lo demás quién más ágiles para comercio y marina, el amor les acomoda sin placeres, la conversación sin gracia y el caminado despacio, saludar, con reverencia; levantarse y sentarse con cuidado, la chanza sin risa, estas son formalidades divinas; pero yo, miserable mortal, que me río de mí misma, de usted, de estas seriedades inglesas, qué mal me iría en el cielo, tan mal como si fuesea a vivir en Inglaterra o Constantinopla, pues me deben estos lugares el concepto de tiranos con las mujeres, aunque no lo fue conmigo, pero si fue más celoso que un portugués, eso no lo quiero yo…

… ¿no tengo buen gusto? Basta de chanzas formalmente y sin reírme y con toda la seriedad, verdad, pureza de una inglesa digo que no me juntaré más con usted. Usted anglicano y yo atea es el más fuerte impedimento religioso, el que estoy amando a otro y no a usted, es el mayor y más fuerte, no ve usted con qué formalidad piensa su invariable amiga.

Manuela

lunes, 5 de marzo de 2012

"No somos de este mundo. Somos las estrellas y el universo de más allá."



Cuando Henry Miller contaba 84 años y, según sus propias palabras, era una "ruina física", conoció a Brenda Venus, una joven actriz y bailarina de 20 años con la que mantuvo una relación de amor-amistad que duró hasta su muerte.
Durante este tiempo se escribieron más de 1.500 cartas (llegó a escribirle tres o cuatro en el mismo día), en las que se alternan cartas de amor apasionado al más puro estilo "anatómico"con otras en las que ejerce de guía y mentor.


 Carta de amor de Henry Miller a Brenda Venus


Me gustaría poder escribirte en ruso, en azteca , en armenio y en iraní. Porque eres ilimitada. Eres lo que los griegos llaman `nada en moderación`. Eres Mona, Anaïs, Lisa, tout le monde, todas combinadas. Fuego, aire, tierra, océano, cielo y estrellas.
Y ahora un hombre de 87 años, locamente enamorado de una mujer joven que me escribe las más extraordinarias cartas, que me ama a morir, que me mantiene vivo y enamorado (un perfecto amor por vez primera) que me escribe tan profundas y emocionantes reflexiones que me siento feliz y confuso como sólo un adolescente podría estarlo. Pero por encima de todo, agradecido, y afortunado. ¿Merezco realmente tan hermosos elogios como tú me dedicas? Haces que me pregunte quién soy exactamente, si me conozco en realidad y qué soy. Me tienes en el misterio. Por lo cual aún te amo más. Caigo de rodillas y rezo por ti, te bendigo con la poca santidad que hay en mí. Viaja feliz, mi queridísima Brenda y no lamentes nunca este romance a mitad de tu joven vida. Los dos hemos sido bendecidos. No somos de este mundo. Somos las estrellas y el universo de más allá.
Larga vida a Brenda Venus. ¡Dios le conceda dicha, plenitud y amor eterno!


"Esta inmensa soledad está llena de tu recuerdo."






Martín García, 14 de octubre de 1945

Sta. Evita Duarte

Buenos Aires

Mi tesoro adorado:

Solo cuando nos alejamos de las personas queridas podemos
medir el cariño. Desde el día que te dejé allí, con
el dolor más grande que puedas imaginar, no he podido
tranquilizar mi triste corazón. Hoy sé cuánto te quiero
y que no puedo vivir sin vos. Esta inmensa soledad está
llena de tu recuerdo.
Hoy he escrito a Farrel pidiéndole que me acelere el
retiro, en cuanto salgo nos casamos y nos iremos a cualquier
parte a vivir tranquilos.
Por correo te escribo y te mando una carta para entregar
a Mercante. Esta te la mando por un muchacho por-
que es probable que me intercepten la correspondencia.
De casa me trasladaron a Martín García y aquí estoy
no sé por qué y sin que me hayan dicho nada. ¿Qué me
decís de Farrel y Ávalos? Dos sinvergüenzas con el amigo.
Así es la vida.
En cuanto llegué, lo primero que hice fue escribirte.
No sé si habrás recibido mi carta que mandé certificada.
Te encargo le digas a Mercante que hable con Farrel para
ver si me dejan tranquilo y nos vamos a Chubut los dos.
Pensaba también que conviene si iniciaron algunos
trámites legales, le consultaras al doctor Gache Pirán,
juez federal, muy amigo mío, sobre la forma como debe
hacerse todo. Decile a Mercante que sin pérdida de tiempo
se entreviste con Gache Pirán y hagan las cosas con él.
Creo que se podrá proceder en el mismo juzgado federal
del mismo Gache Pirán.
El amigo Brosen puede serte útil en estos momentos
porque ellos son hombres de muchos recursos.
Debes estar tranquila, y cuidar tu salud mientras yo
esté lejos, para cuando vuelva. Yo estaría tranquilo si supiera
que vos no estás en ningún peligro y te encuentras
bien.
Mientras escribía esta carta me avisan que hoy viene
Mazza a verme, lo que me produce una gran alegría pues
con ello tendré un contacto indirecto contigo.
Estate muy tranquila, Mazza te contará cómo está
todo.
Trataré de ir a Buenos Aires por cualquier medio, de
modo que puedes esperar tranquila y cuidarte mucho la
salud. Si sale el retiro nos casamos al día siguiente y si no
sale yo arreglaré las cosas de otro modo, pero liquidaremos
esta situación de desamparo que tú tienes ahora.
Viejita de mi alma, tengo tus retratitos en mi pieza y
los miro todo el día, con lágrimas en los ojos. Que no
te vaya a pasar nada porque entonces habrá terminado
mi vida. Cuídate mucho y no te preocupes por mí, pero
quereme mucho que hoy lo necesito más que nunca.
Tesoro mío, tené calma y aprendé a esperar. Esto terminará
y la vida será nuestra. Con lo que yo he hecho
estoy justificado ante la historia y sé que el tiempo me
dará la razón.
Empezaré a escribir un libro sobre esto y lo publicaré
cuanto antes, veremos entonces quién tiene la razón.
El mal de este tiempo, y especialmente de este país, son
los brutos, y tú sabes que es peor un bruto que un malo.
Bueno, mi alma, quería seguirte escribiendo todo el
día, pero hoy Mazza te contará más que yo. Falta media
hora para que llegue el vapor.
Mis últimas palabras de esta carta quiero que sean para
recomendarte calma y tranquilidad. Muchos pero muchos
besos y recuerdos para mi chinita querida. 
 

"Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante."




Carta de Carlos Marx a Jenny von Westphalen


21 de junio de 1856

Querida mía:


De nuevo te escribo porque me encuentro solo y porque me apena siempre tener que charlar contigo sin que lo sepas ni me oigas, ni puedas contestarme. Por más malo que sea tu retrato, me sirve perfectamente, y, ahora comprendo por qué hasta las "lóbregas madonnas", las más imperfectas imágenes de la Madre de Dios, podían encontrar celosos y hasta más numerosos admiradores que las imágenes buenas. En todo caso, ninguna de esas oscuras imágenes de madonna ha sido tan besada, ninguna ha sido mirada con tanta veneración y enternecimiento, ni adorada tanto como esta foto tuya, que si bien no es lóbrega, sí es sombría, y en modo alguno representa tu hermoso, encantador y "dulce" rostro que parece haber sido creado para los besos. Yo perfecciono lo que estamparon mal los rayos del sol y llego a la conclusión que mi vista, por muy descuidada que esté por la  luz del quinqué, y el humo del tabaco, es capaz de representar imágenes no sólo en sueños, sino también en la realidad.

Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne y hueso... el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y equivocada de las personas. ¿Quién entre mis numerosos calumniadores y maldicientes enemigos me ha reprochado alguna vez valer para el papel de primer galán en cualquier teatro de segunda categoría? Pero es que soy así. Si esos canallas tuvieron siquiera una gota de sentido del humor, habrían garrapateado en el anverso "relaciones de producción y cambio" y en el reverso me habrían dibujado postrado a tus pies, "mire este dibujo y el otro", rezaría la inscripción. Pero los canallas son tontos y seguirán siendo necios in secula seculorum.*

La separación temporal es útil ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios, que como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.

Así es mi amor. Al punto que nos separa el espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis sentimientos.

Adiós, querida mía, te mando a ti y a nuestras hijas miles y miles de besos.


Tu Carlos.

"Mi cuerpo se llena de ti por días y días."



Diego:

Nada comparable a tus manos ni nada igual al oro-verde de tus ojos. 
Mi cuerpo se llena de ti por días y días.
Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. 
La humedad de la tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio.
Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos

"No se debe ser tacaño con el amor"




Martha Bernays no fue solo una “gran mujer” que vivió a la sombra de un “gran hombre” más de medio siglo sino que además siempre fue desplazada de su posición en la vida de su esposo por alguien más: los compañeros de profesión de Freud, sus discípulos, su propia hermana Minna, quien era la secretaria de él y hasta su hija menor Anna, también sicoanalista y compañera inseparable del padre. Sin embargo, lo amaba como nadie lo hizo y sin comprenderlo bien (En una ocasión comentó: "Debo confesar que, si no supiera con cuánta seriedad trabaja mi marido, creería que el psicoanálisis es una especie de pornografía".) le dio apoyo, inspiración y estabilidad tanto en tiempos de estrechez como de gloria.
«Mi madre jamás ha creído en el psicoanálisis: sólo creía en mi padre». Anna Freud


Por él, abandonó sus intereses personales, la literatura y la poesía. Por él, se dedicó por entero a la crianza de los seis hijos (tres de cada sexo) que tuvieron, todos en un plazo de ocho años. Por él, se ocupó de todo lo relacionado con el hogar para darle libertad y tiempo. Poco después de la muerte de su esposo, escribió a un amigo: "Es un débil consuelo tomar conciencia de que, en cincuenta y tres años de matrimonio, nunca hubo palabras desagradables entre nosotros, y que siempre me he esforzado, en la medida de lo posible, por mantenerlo al margen de las pequeñas miserias de la vida cotidiana. Ahora mi vida ha perdido sentido y todo contenido"


Martha conoció a Sigmund Freud en la casa de éste. Había sido invitada a una cena ya que su hermano estaba comprometido con la hermana de él. Freud, que por lo general cenaba solo en su cuarto, al verla, decidió sentarse a la mesa y desde entonces supo ella sería su compañera en la vida.  “Aquella chica, sentada a la larga mesa, hablaba con un encanto sorprendente mientras pelaba manzanas con sus pequeños dedos; desde ese día creo en los milagros”.

Proveniente de una familia de intelectuales y revolucionarios destacados judíos, Martha fue educada de manera estricta, bajo la autoridad de su madre, muy similar a esas madres descritas por Freud en los “Estudios sobre la histeria”. Siempre estuvo opuesta a la relación de su hija con ese judío sin clase, pobre y para colmo, ateo. Cuando se dio cuenta de que el noviazgo iba en serio, se llevó a vivir a su hija a Viena. Pero el noviazgo duró cuatro años, podría decirse que por correspondencia. Miles de cartas han sido guardadas por los herederos (se escribían a diario, y a veces, dos o tres veces al día), ya que solo se ha permitido publicar un centenar de las mismas.

Para casarse con Martha, abandonó sus estudios de medicina, y en el 1886 abrió un gabinete neurológico, donde profundizó en el psicoanálisis. Freud acepto casarse por lo judío pero luego, por mutuo acuerdo, sacaron el tema religioso de sus vidas.

Vivieron un matrimonio tranquilo, sin subirse la voz ni faltarse el respeto. Una de sus biografías menciona que Freud se quejaba de que Martha suprimiera su agresividad natural y no manifestara sus sentimientos y emociones aunque en realidad lo agradecía. Pero añade que en el fondo Freud lo prefería así pues “como trataba tanto con la ira y la rabia del mundo a través de sus pacientes, necesitaba mantener la ilusión de que no la hubiese en su propia casa. Martha tenía que ser mejor que el resto”.(Behling-Fisher) 



En el 1886, Minna, hermana de Martha pierde a su prometido, Ignaz Schönberg, a causa de la tuberculosis. Ella permanece soltera y cuando nace su sobrina Anna, se muda con Martha para ayudarla en la crianza de los seis niños. Vivirá con ellos cuarenta y dos años y se convertirá en la secretaria personal de Freud. Minna lo admiraba, le apasionaban los temas que Martha consideraba inmorales, compartían estudio, trabajo y viajes, mucho más que con la misma Martha, relación que algunos interpretaron como más allá de fraternal. La única evidencia (descubierta en el 2006) de que pudo haber habido un romance entre ellos es un registro del 1898 en el que aparece la firma de Freud “y esposa” en un hotel suizo donde se había hospedado con su cuñada. En vida de los tres, nunca pasó de un mero rumor callejero y Freud mantuvo su fama de “monógamo en un grado muy inusual". "Su esposa fue, sin duda, la única mujer en la vida amorosa de Freud, y fue lo primero antes de cualquier otro mortal”. (Ernest Jones, biógrafo)


Desde el 1923, cuando se le diagnostica a Freud cáncer en el paladar, Martha y Anna no vuelven a separarse de él. Dieciséis años y más de treinta operaciones después, Freud se da cuenta de lo avanzado de su caso cuando ve que su propio perro lo rehúye por su aliento. Le recuerda a su doctor el pacto que habían hecho tiempo atrás: no permitiría que la vida se le convirtiera en una tortura ni que perdiera la dignidad de su espíritu. Sin decirle nada a su esposa y tras convencer a su hija Anna, pide que le inyecten varias dosis graduales de morfina. Muere el 23 de septiembre de 1939. Martha escribe a sus parientes notificando su muerte e indicando que lo importante era que él había estado, hasta el último de sus días en plenas facultades mentales. En la misma carta daba gracias por la vida disfrutada a su lado y por todo lo que había podido hacer por él para que se convirtiera en lo que fue: el padre del sicoanálisis y arqueólogo de la mente humana. 



Martha falleció en el 1951, a los noventa años.  Fue cremada, como Freud y sus cenizas depositadas en la misma urna, para que como en vida, permanecieran juntos por siempre.


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18 de agosto de 1882


“¡Oh mi querida Marty, qué pobres somos! Imagina que anunciásemos al mundo nuestro proyecto de compartir la existencia y que el mundo nos preguntara: cuál es vuestra dote? Nada, aparte de nuestro mutuo amor.¿Nada más? Se me ocurre que necesitaríamos dos o tres pequeñas habitaciones para vivir, en las que pudiésemos comer y recibir a un huésped, y una estufa donde el fuego para nuestras comidas nunca se extinguiese.¡Y la cantidad de cosas que caben en una habitación! Mesas y sillas, camas y espejos, un reloj para recordar a la feliz pareja el trascurso del tiempo, un sillón en el que soñar felizmente despierto durante media hora, alfombras para ayudar al ama de casa a mantener limpios los suelos, ropa blanca atada con bellos lazos en el armario y vestidos a la última moda, y sombreros con flores artificiales, cuadros en la pared, vasos de diario y otros para el vino, y para las fechas señaladas, platos y fuentes, una pequeña alacena por si nos viéramos súbitamente atacados por el hambre o por una visita, y un enorme manojo de llaves con ruido tintineante. Y habrá muchas cosas de las que podremos disfrutar, como los libros, y la mesa donde tú coserás, y la hogareña lámpara. Y todo debe ser mantenido en buen orden, pues en caso contrario el ama de casa, que ha dividido su corazón en pequeños pedazos, uno por cada mueble, comenzará a salirse de sus casillas. Y tal objeto atestiguará el serio trabajo sobre el que se basa la unidad del hogar, y tal otro dará testimonio del placer que nos depara la belleza, o evocará a los amigos queridos que a uno le gusta recordar, o a las ciudades que uno ha visitado, o a las horas que uno rememora con placer. Y todo este pequeño mundo de felicidad, de amigos intangibles y de concreciones de los más elevados valores humanos, pertenece todavía al futuro. Ni siquiera se han puesto los cimientos de la casa y no existen hoy sino dos pobres criaturas humanas que se quieren con delirio.


viernes, 2 de marzo de 2012

"¿Quién puede juzgarnos, por amor?"


Carta de amor de Manuela Sáenz a Simón Bolívar:

Lima, a mayo 1 de 1825

A.S.E. General Simón Bolívar

Muy señor mío:

Recibí su apreciable que me disgusta mi ánimo por lo poco que me escribe; además que su interés por cortar esta relación de amistad que nos une al menos en el interés de saberlo triunfante de todo lo que se propone. Sin embargo yo le digo: no hay que huir de la felicidad cuando esta se encuentra tan cerca. Y tan solo debemos arrepentirnos de las cosas que no hemos hecho en esta vida.

Su Excelencia sabe bien como lo amo. Sí ¡con locura!

Usted me habla de la moral, de la sociedad. Pues bien sabe usted que todo eso es hipócrita, sin otra ambición de que dar cabida a la satisfacción de miserables seres egoístas que hay en el mundo.

Dígame usted: ¿Quién puede juzgarnos, por amor? Todos confabulan y se unen para impedir que dos seres se amen. ¿Por qué S.E. y mi humilde persona no podemos amarnos? Si hemos encontrado la felicidad hay que atesorarla. Según los auspicios de lo que usted llama moral, ¿debo entonces seguir sacrificándome porque cometí el error de creer que amaré siempre a la persona con quien me casé?

Usted mi señor lo pregona a cuatro vientos: “El mundo cambia, la Europa se transforma, América también”... ¡Nosotros estamos en América! Todas estas circunstancias cambian también. Yo leo fascinada sus memorias por la Gloria de usted. ¿Acaso compartimos la misma? No las habladurías, que no importunan mi sueño. Sin embargo, soy una mujer decente ante el honor de saberme patriota y amante de usted.

Su querida a fuerza de distancia

Manuela.


jueves, 1 de marzo de 2012

"Desgarbada, tonta Cenicienta"




"No pido amor ni fidelidad eternos, únicamente... la verdad, una franqueza ilimitada. El día que me digas -te amo menos- será el último día de mi amor o el último de mi vida."

Napoleón Bonaparte lo supo tener todo. Reconocimiento militar y político. Fue héroe de la Revolución francesa. Llegó a ser Emperador de los franceses, Rey de Italia, Protector de la Confederación del Rin. Le ganó a todos los ejércitos europeos haciendo de Europa su capricho. El mundo dependía de sus acciones a comienzos del siglo XIX. Y hoy en día se estudian sus estrategias en todo el mundo, junto a las de Alejandro Magno.
Sin embargo en la vida no se puede tener todo. Parece ser que su matrimonio no funcionaba tan bien como sus campañas militares.
Bonaparte tenía tantos logros en su carrera militar y política, que ya no le quedaban muchas chances de tener éxito en el amor. Aunque sí logró casarse con la mujer de su vida,  Josefina, nunca fue un amor correspondido. Esto le provocó vivir en pena sumergido en los celos durante todo su matrimonio.
En sus cartas se puede ver como la ironía le jugaba una mala pasada a un hombre que, habiendo conquistando toda Europa, no lograba conquistar el corazón de su amada.

En 1796 se casan, ella tenía 32 años y él 26. Y ese mismo año a Napoleón lo nombran General en jefe del ejército de Italia, donde obtiene numerosas victorias. En aquel lejano país, a kilómetros de su esposa y luego de un día de batalla, Napoleón le escribió la siguiente carta:

Verona, 13 de noviembre de 1796

No le amo, en absoluto; por el contrario, la detesto, usted es
una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca
me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué
placeres me dan sus letras,  ¡pero aún así no me ha
escrito seis líneas, informales, a las corridas!

¿Qué hace usted todo el día, señora? ¿Cuál es el asunto tan
importante que no le deja tiempo para escribirle a su amante
devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor
tierno y constante que usted me prometió? ¿De qué clase
maravillosa puede ser, que nuevo amante reina sobre sus días,
y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josefina, tenga
cuidado! Una placentera noche, las puertas se abrirán de par
en par y allí estaré.

De hecho, estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir
ninguna noticia de usted; escríbame rápidamente sus páginas,
paginas llenas de cosas agradables que llenarán mi corazón
de las sensaciones más placenteras.

Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos
y cubrirla con un millón de besos debajo del ecuador.

Lo interesante de la carta es el tono en que, el temido emperador, reclama por el amor de su esposa. Siendo el de un niño caprichoso, que al parecer, le escondieron su juguete preferido.
Se percibe el carácter y temperamento de un hombre duro,  al mismo tiempo, muy sensible. De un hombre que escribe palabras con la espada, pero que las piensa con el corazón.
Se puede ver perfecta su inseguridad, que nace de los celos, por no sentir que lo extrañan como él extraña.
La carta comienza con un nivel agresivo, en donde directamente, le dice que la odia. Pero luego termina desando poder verla para llenarla de besos. Y este cambio, de odio hacia amor, transcurre en tan solo en 2 párrafos. ¿Si eso no es amor, qué es?

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Josefina procedía de una familia con cierto poder económico y político gracias a la Francia monárquica de Luis XVI (caña de azúcar en Martinica). Pero al estallar la revolución francesa, la situación de la familia se agravó considerablemente. Tanto, que llegaron a matar a su marido en la guillotina.

Luego de estar presa, josefina usó sus mejores armas para sobrevivir a tal situación: El dinero que le quedaba y su cuerpo.

Fue amante de varios generales de la nueva República. Pero claro estaba que esas no eran relaciones de amor verdadero, era relaciones de interés. A uno le convenía el contacto económico de la tambaleante y desesperada antigua nobleza, y al otro inmunidad política en el nuevo orden.

Entre general y general Josefina cae en las sabanas de Napoleón, pero a diferencia de sus compañeros, él termina casándose con ella.

Josefina había logrado su sueño, volver a ser parte del sector gobernante de Francia y así evitar toda persecución política y económica que había generado en el antiguo régimen. Por su parte Napoleón logra casarse con la mujer de la cual se había enamorado, pero nunca lograría que ella se enamorada de él. Había firmado un amor no correspondido.

Finalmente el matrimonio termina, porque además de las constantes infidelidades de parte de ella, la misma no supo darle un heredero varón.


Existen varios rumores de porque Napoleón aparecía con su mano derecha dentro del saco. Algunos afirman que eran porque le dolía el hígado, otros los riñones, pero quizás, tan solo le dolía el corazón.

Igual nunca pudo olvidarse de ella. Ella fue su gran amor. Y esto se supo el día de su muerte, donde sus últimas palabras antes de morir fueron:

"Francia, el ejército, la cabeza del ejército... ¡Josefina!"