Mi querido Moreno de mi corazón:
Me alegraré que lo pases bien: yo y toda la familia estamos bien, pero ya
te puedes hacer cargo de como está mi corazón con tu ausencia y cada día
se aumenta más mi pesadumbre al ver que se cumplen cuatro meses, diez y
ocho días, de tu salida, y todavía no tengo el consuelo de recibir
carta tuya; unos ratos le pido a Dios paciencia para esperar tus cartas y
tu vuelta, otros ya me parece que me has olvidado, que ni por la
imaginación se pasa tu Mariquita, con estos y otros pensamientos, todos
tuyos, me paso los días y las noches; desahogo mi corazón con llorar; no
tengo más desquite que mis lágrimas, pero después de atormentarme con
estos pensamientos, te pido perdón, y me acuerdo lo que siempre me
decías que siendo yo buena con vos lo habías de ser conmigo: sí, mi
amado Moreno, sí lo soy y lo seré hasta mi muerte, pero mi querido
Moreno si ves que tu comisión es para largo tiempo mándame llevar; sabes
muy bien la vida llena de amargura que estoy pasando sin vos, llorando
me paso las noches, con el silencio me parece que mis sollozos han de
llegar a tus oídos, me parece que me preguntas de qué lloro, que me das
un abrazo, en fin, mi vida, para no molestarte más, conoces muy bien lo
mucho que te amo para creer todo y mucho de lo que mi lengua no puede
explicarte por su rudeza. Nuestro Mariano sigue en la escuela, sabe de
memoria poco menos de la mitad del catecismo, anoche le estaba yo
contando del hijo pródigo y se echó a llorar, le pregunté de qué
lloraba, y me dice, ay, mi madre, dónde estará mi padre, cuándo lo veré y
a lamentarse, que me parte el corazón cada cosa de estas. (…) adiós mi
querido Moreno, no dejes de escribirme a menudo pero no enojado, no te
olvides de mí, adiós mi amado Moreno, procura venirte pronto o hacerme
llevar, tu mujer que te ama más que a sí misma, Mariquita.