jueves, 30 de agosto de 2012
"No creas que existe otra cosa sino tú en la médula de mis pensamientos."
Sigmud Freud a Marta Bernays
Allí había yo sido muy tímido y, por tanto, había besado a mi Marty pocas veces, pues no comprendía aún del todo lo que se ha convertido ahora en la primera y más natural condición de mi vida: que he ganado para mi, de pronto, a una muchacha única e incomparable.
Por mucho que te quieran, no renunciaré a ti por nadie, ni nadie te merece. No hay amor hacia ti que pueda compararse con el mío.
…estamos tan íntimamente unidos, me siento tan inefablemente feliz por el hecho de tenerte, y estoy tan seguro de tu interés hacia todo lo mío, que las cosas sólo son importantes para mi cuando tú las compartes.
Perdóname, amor mío, si a menudo no te escribo en el tono y con las palabras que tú te mereces, especialmente en respuesta a tus cariñosas cartas; pero pienso en ti con tan sosegada felicidad, que me es más fácil hablarte de cosas ajenas a nosotros que respecto a nosotros mismos. (...) Estoy dispuesto a dejarme dominar completamente por mi princesa. Uno deja siempre con gusto que le subyugue la persona que ama; si hubiéramos llegado a eso, Marty…
Cuando recibo carta tuya, todo el ensueño se disipa y la vida real se introduce en mis células. Los problemas extraños quedan borrados en mi cerebro; se desvanecen las misteriosas concreciones pictóricas de las diversas enfermedades y desaparecen las teorías vacías. Hasta ahora habías compartido mi tristeza. Comparte hoy conmigo mi alegría, amada mía, y no creas que existe otra cosa sino tú en la médula de mis pensamientos.
miércoles, 29 de agosto de 2012
"¡Qué tirano tan dulce eres tú!"
Gabriela mistral a Manuel
Magallanes Moure
Este no es amor sano, Manuel, es
ya cosa de desequilibrio, de vértigo. ¡Y en mi cara beatífica, y en mi
serenidad de abadesa! ¡Qué decires de amor los tuyos!
Tienen que dejar así, agotada,
agonizante. Tu dulzura es temible: dobla, arrolla, torna el alma como un harapo
fláccido y hace de ella lo que la fuerza, la voluntad de dominar no conseguirán. Manuel, ¡qué tirano tan dulce eres tú!
Manuel, ¡cómo te pertenezco de toda pertenencia, cómo me dominas de toda
dominación! ¿Qué más quieres que te dé, Manuel, qué más?
Manuel, yo espero la dicha de ti.
Yo espero vivir contigo un momento supremo que pueda yo revivir en el recuerdo
por cien años más de mi vida, sacando de esa visión divinización, dicha, para
todo el resto del camino. Manuel, no puedo amarte más. ¿No lo comprendes
así? ¿Pides más aún?
En los labios mucho tiempo.
"Sea mi ángel guardián, mi musa, mi madona y condúzcame por el camino de la belleza."
Charles Baudelaire a María
Señora, ¿Será posible que yo no
pueda volver a verla? Esta es para mí la cuestión importante, pues he llegado a
tal punto que su ausencia es para mi alma inmensa privación.
Cuando supe que usted renunciaba
a servir de modelo y que involuntariamente era yo la causa de ello, sentí una
tristeza extraña.
He querido escribirle, a pesar de
que soy muy poco partidario de escrituras. Nos arrepentimos casi siempre de
haber escrito. Pero yo nada temo, puesto que he adoptado el partido de
entregarme a usted para siempre.
¿Sabe que nuestra larga
conversación del jueves fue muy singular? Esa conversación es la que me ha
dejado en un estado nuevo y la que motiva esta carta. (…)
De todas estas confesiones ha
resultado un hecho singular, y es que para mí usted no es sencillamente una
mujer a quien se desea, sino una mujer a quien se ama por su franqueza, por su
pasión, por su juventud, por su lozanía y por su locura.
He perdido mucho con estas
explicaciones, pues su actitud fue tan decidida que tuve que someterme
inmediatamente; pero, señora, ha ganado, en cambio, mucho con esto: Me ha
inspirado respeto y una estimulación profunda. Sea siempre así y conserve esa
pasión que la hace tan bella y tan dichosa.
Vuelva, se lo suplico, y me haré
dulce y modesto en mis deseos. Merecería ser despreciado por usted cuando le
respondí que me contentaría con algunas migajas. Mentía. ¡Oh, si supiera cuán
bella estaba aquella tarde!
No trato de hacerle cumplidos, al
contrario…¡Eso es tan vulgar!...Pero sus ojos, su boca, toda su persona
viviente y animada pasa ahora ante mis ojos cerrados y sé bien que esto es
definitivo.
Regrese, se lo suplico de
rodillas: no le digo que me encontrará sin amor; pero no puede impedir, sin
embargo, que un espíritu vague en torno de sus brazos, de sus manos tan bellas,
de sus ojos, donde toda la vida suya está reconcentrada, de toda su adorable
persona carnal; yo sé que no puede impedirlo; pero esté tranquila; usted es
para mí un objeto de culto y me es imposible mancillarla; yo la veré siempre
tan radiante como antes. ¡Toda su persona es tan buena, tan hermosa, tan dulce
de respirar! Es para mí la vida y el movimiento, no tanto (precisamente) a
causa de la rapidez de sus ademanes y del lado violento de su naturaleza como
por sus ojos, que solo pueden inspirar al poeta un amor inmortal. ¿Cómo decirle
hasta qué punto amo sus ojos y cuánto aprecio su belleza?
Posee gracias contradicciones que,
sin embargo, no se contradicen: Tiene la
gracia del niño y de la mujer…
¡Oh, créame, se lo digo desde el
fondo de mi corazón; Es una adorable criatura y la quiero profundamente! Un
sentimiento virtuoso que me une para siempre a usted.
A despecho de su voluntad, usted
será en adelante mi talismán y mi fuerza. La quiero, María, es irremediable:
Pero el amor que siento es el del cristiano hacia su Dios; no dé jamás un
nombre terrestre y tan frecuentemente vergonzoso a este culto incorpóreo y
misterioso, a esta suave y casta atracción que une mi alma a la suya, a
despecho de su voluntad. ¡Eso sería un sacrilegio!...
Yo estaba muerto, y me ha hecho
renacer. ¡No sabe todo lo que le debo! He gozado en su mirada de ángel alegrías
ignoradas; sus ojos me han iniciado en la dicha del alma. En lo sucesivo será
mi única reina, mi pasión y mi belleza; usted es la parte de mí mismo que una
esencia espiritual ha formado. Por usted, María, seré fuerte y grande; como
Petrarca, inmortalizaré a mi Laura. Sea mi ángel guardián, mi musa, mi madona y
condúzcame por el camino de la belleza.
Dígnese responderme una sola
palabra, se lo suplico, una sola. En la vida de cada uno hay horas dudosas y
decisivas, en las que un testimonio de amistad, una mirada, un arañazo
cualquiera puede empujarnos hacia la imbecilidad o la locura. Le aseguro que
estoy en ese momento crítico. Una palabra suya será la cosa bendita que se mira
y se aprende de memoria. ¡Si supiera hasta qué punto es amada! Vea, me postro a
sus pies; una palabra, dígame una palabra… ¡No, no la dirá!
Dichoso, mil veces dichoso, aquel
a quien elija entre todos, ¡usted, tan llena de prudencia y de bondad, tan
deseable: Talento, ingenio, corazón! ¿Qué mujer podrá reemplazarla nunca?...No
me atrevo a solicitar una visita, no me la concedería. Prefiero esperar.
Esperaré años enteros, con
absoluto desinterés, se acordará entonces de que empezó por maltratarme y
confesará que ha cometido una mala acción.
En fin, no puedo rechazar los
golpes que a un ídolo le plazca darme. A usted le place ´ponerme a la puerta, y
a mí me place adornarla. Estamos en paz.
martes, 28 de agosto de 2012
"Me siento incapaz del sacrificio de tenerte a mi lado y no besarte."
Gabriela Mistral a Manuel Magallanes
Moure
Manuel amado:
En este momento siento tu cariño
con una intensidad tan grande que me siento incapaz del sacrificio de tenerte a
mi lado y no besarte. En este momento, Manuel, no quiero ir a Sgto., no quiero
obligarte a ser falso, besándome con repugnancia, ni quiero padecer eso que no
he padecido: estar muriéndome de amor frente a un hombre que no puede
acariciarme (...)
No, Manuel, no voy. Te ruego que
no me llames. No voy. Es preferible que siga soñando con que tú me besas
amorosamente. He estado loca cuando te he prometido ir y cuando he pensado que
podía ser esa la hora en que la dicha me hiciera llorar entre tus brazos.
Te amo mucho, mucho. Acuéstate
sobre mi corazón. Nunca otro fue más tuyo ni deseó más hacerte dichoso.
"Las grandes ausencias matan el amor; y aumentan las grandes pasiones."
Carta de Manuela Sáenz a Simón Bolívar
Señor:
Estoy muy boba y enferma. Cuán cierto es que las grandes
ausencias matan el amor; y aumentan las grandes pasiones. Usted me tendría muy
poco amor, la gran separación lo acabó; pero
yo por usted tuve pasión, que ésta la he conservado por conservar mi reposo
y mi dicha, que ella existe y existirá mientras viva.
Manuela.
sábado, 25 de agosto de 2012
"No espero que usted me ame, yo no soy digna de su amor."
Jane Clairmont a Lord Byron
“Usted me dice que le escriba
brevemente y tengo mucho que decir. Usted también me incita a creer que era un
capricho el que hizo que yo amara ser un accesorio para usted. No puede ser un
capricho puesto que usted ha sido para mí el año pasado el objeto de meditación
al cual dediqué cada momento solitario. No espero que usted me ame, yo no soy
digna de su amor. Siento que usted es superior, con todo para mi sorpresa, para
mi felicidad, usted reveló pasiones que había creído no vivirían largamente en
su pecho.
¿Tendré también que arrepentirme
por querer experimentar el deseo de la felicidad? ¿Rechazarla cuando se ofrece?
Puedo aparecer a usted
imprudente, viciosa; mis opiniones detestables, mi teoría depravada; pero una
cosa, por lo menos, le demostrará el tiempo: que lo amo dulcemente y con
afecto, que yo soy incapaz de cualquier cosa que se acerque al sentimiento de
venganza o maldad. Le aseguro, en el futuro su voluntad será la mía, y todo que
usted quiera hacer o decir, no lo cuestionaré.”
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