Carta Napoleón a
Josefina
Marmirolo, 17 de Julio
Constantemente acuden a mi memoria tus besos, tus lágrimas,
tus cariñosos celos; y los encantos de la incomparable Josefina encienden
constantemente una llama ardorosa y vida en mi corazón y mis sentidos. ¿Cuándo,
libre de inquietudes y afanes, podré pasar el tiempo a tu lado, solo para
amarte, y sin pensar sino en la felicidad de decírtelo y probártelo?... Tengo
la esperanza de que muy pronto podrás unirte a mí. Creía amarte hace algunos
días: pero, desde que te amo, tengo el convencimiento de amarte mil veces más.
Desde que te conozco, te adoro cada día mejor; esto demuestra cómo se equivoca
La Bruyére al afirmar, en una de sus máximas, que el amor llega de repente. ¡Ah,
te suplico, déjame ver algunos de tus defectos!...
Sé menos hermosa; menos agradable, menos tierna, y sobre
todo menos buena, y menos celosa; no llores jamás: tus lágrimas me quitan el
sentido y queman mi sangre. Convénceme de que ya no puedo tener un pensamiento
que no sea esclavo tuyo. Descansa tranquilamente, restablece pronto tu salud.
Ven a unirte conmigo para que, por lo menos, podamos decir antes de nuestra
muerte: ¡Fuimos felices tantos días!...
Millones de besos, incluso a Fortunato, a pesar de sus
maldades.
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