Auguste Rodin a Camille Claudel
"Mi feroz amiga:
Mi pobre cabeza está muy enferma y ya no puedo
levantarme por la mañana. Esta tarde he recorrido (horas) sin encontrarte
nuestros lugares. ¡qué dulce me resultaría la muerte!
Y qué larga es mi agonía. Por qué no me has esperado
en el taller. ¿Dónde vas? cuánto dolor me estaba destinado.
Tengo momentos de amnesia en los que sufro menos, pero hoy el dolor permanece
implacable. Camille mi bienamada a pesar de todo, a pesar de la locura
que siento acercarse y que será obra tuya, si esto continúa.
¿Por qué no me crees? Abandono mi Salón, la escultura.
Si pudiera irme a cualquier parte, a un país en el que olvidara,
pero no existe. Hay momentos en que francamente creo que te olvidaría.
Pero de repente, siento tu terrible poder. Ten piedad malvada. Ya no puedo
más, no puedo pasar otro día sin verte. De lo contrario la
locura atroz. Se acabó, ya no trabajo, divinidad maléfica,
y sin embargo te quiero con furor.
Mi Camille ten la seguridad de que no tengo ninguna amiga, y de que toda mi alma te pertenece.
No puedo convencerte y mis razones son impotentes. Mi sufrimiento no te lo crees, lloro y lo pones en duda. Ya no río desde hace tiempo, ya no canto, todo me resulta insípido e indiferente. Ya estoy muerto y no comprendo las fatigas que he pasado por unas cosas que ahora me son indiferentes. Déjame verte todos los días, será una buena acción y quizá me venga una mejoría, porque sólo tú me puedes salvar con tu generosidad.
No dejes que la horrible y lenta enfermedad se apodere de mi inteligencia, del amor ardiente y tan puro que te tengo en fin piedad querida mía, y tú misma serás recompensada."
Mi Camille ten la seguridad de que no tengo ninguna amiga, y de que toda mi alma te pertenece.
No puedo convencerte y mis razones son impotentes. Mi sufrimiento no te lo crees, lloro y lo pones en duda. Ya no río desde hace tiempo, ya no canto, todo me resulta insípido e indiferente. Ya estoy muerto y no comprendo las fatigas que he pasado por unas cosas que ahora me son indiferentes. Déjame verte todos los días, será una buena acción y quizá me venga una mejoría, porque sólo tú me puedes salvar con tu generosidad.
No dejes que la horrible y lenta enfermedad se apodere de mi inteligencia, del amor ardiente y tan puro que te tengo en fin piedad querida mía, y tú misma serás recompensada."
Rodin
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