Inessa Armand a Lenin
1913
“Querido:
Estoy en la ciudad de la luz y la primera impresión me resulta repugnante. Todo aquí me irrita. Las calles, grises; las mujeres, demasiado arregladas. Cuando llegué a la rue d’Orleans los recuerdos me asaltaban por todas partes. Me he vuelto tan triste que da miedo. Recuerdo mis antiguos humores, mis sentimientos, y es desolador pensar que no volverán jamás. (…) No volverás nunca, lo sé. Me has preguntado si estaba enfadada porque fueras tú quien decidiera la separación. No, no creo que lo hayas hecho por ti.
Estoy en la ciudad de la luz y la primera impresión me resulta repugnante. Todo aquí me irrita. Las calles, grises; las mujeres, demasiado arregladas. Cuando llegué a la rue d’Orleans los recuerdos me asaltaban por todas partes. Me he vuelto tan triste que da miedo. Recuerdo mis antiguos humores, mis sentimientos, y es desolador pensar que no volverán jamás. (…) No volverás nunca, lo sé. Me has preguntado si estaba enfadada porque fueras tú quien decidiera la separación. No, no creo que lo hayas hecho por ti.
Voy a los sitios conocidos, y me
doy cuenta, como nunca, del gran lugar que tú ocupabas en mi vida, aquí en París. Todas nuestras
actividades están llenas de miles de pensamientos tuyos. No estaba todo el
tiempo enamorada de ti, pero, sí, te amaba. Incluso ahora podría prescindir de
tus besos, pero ojalá pudiera verte. Hablar de vez en cuando contigo sería una
alegría tan grande y no le haría daño a nadie. ¿Por qué tengo que renunciar a
eso?”
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