martes, 11 de octubre de 2011

Morir de amor


Rafael Sanzio fue uno de los hombres del renacimiento. Su vida estuvo plagada de reconocimientos artísticos, monedas de oro, mujeres y obras que perdurarán por siempre. Sin embargo la causa de su muerte fue lo que más llamó la atención a sus biógrafos. Murió a los 37 años de “exceso de amor”.
El autor de la escuela de Atenas era el candidato soñado por las jóvenes de la aristocracia romana, y por sus padres, obviamente. Era acosado, diariamente, por nobles que le ofrecían a sus “decentes y pulcras” descendientes. Pero a Rafael no le interesaban estas hijas de la alta sociedad con caros vestidos y cuellos de perlas, prefería a la hija de un simple y humilde panadero, que había logrado conquistar su frágil corazón.
Ella era Margherita Luti, y era conocida como “La Fornarina”. Rafael estaba enamorado de ella. Tan enamorado, que en una ocasión, su querido amigo Agostino Chigi le encargó un trabajo fuera de la ciudad, y al darse cuenta que no podía estar sin ella, lo convenció para que les pagara el viaje a los dos.
No obstante fue un amor reacio a la exposición social. Las malas, y envidiosas, lenguas la acusaban a ella de haber sido una conocida  mujer de “vida fácil”. Y a su vez,  él estaba “comprometido socialmente” con la sobrina de un prestigioso Cardenal. Rafael era un hombre de mucha fe y con una fuerte relación con la iglesia, y por eso no pudo negarse. Pero nunca consumo esa relación por amor a Margherita.
A pesar de todos estos impedimentos, Rafael no iba a dejarla, ya que moría de amor por ella. Pero morir de amor para Rafael, no era solo un dicho romántico, si no un verdadero presagio. Rafael fue uno de los pocos que logró convertir esa frase en un hecho.
Los médicos atribuyeron su muerte, el 6 de abril de 1520, a una noche de práctica excesiva de sexo con su amada. Murió literalmente de amor.
Cuatro meses después, Margherita Luti, se retiró al convento de Santa Apolonia Trastévere para convertirse en monja, donde permaneció allí  hasta su muerte.

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